domingo, 13 de febrero de 2011

LA CAPERUCITA Y EL LOBO


Caperucita y el lobo.


Gloria Cuenca.


   Para quienes amamos los cuentos infantiles, la Caperucita Roja es uno de los favoritos. Sin embargo, es importante destacar, que el cuento tiene diversas lecturas. La visión que se puede hacer sobre el destino de Caperucita, advertida por su madre y otros personajes del cuento, sobre los riesgos que va a correr y las precauciones que debería tomar para no caer en manos del lobo, lo que finalmente ocurre, implica que Caperucita se confió y se dejó engañar por el feroz lobo disfrazado de abuelita. La moraleja del cuento se presenta  y a los personajes los podemos identificar con facilidad. Cada uno desempeña un rol. Cada circunstancia y momento del cuento nos hace ver la intención sanguinaria del lobo que se presenta pretendiendo poner cara de bueno, imitando a la dulce abuelita. Sin embargo, la niña se da cuenta de que ese, peludo, colmillos grandes, con una bocaza, orejas grandes y ojos enormes, no es su abuelita. No obstante, a pesar de los avisos y de su percepción cede y resulta devorada. Hay por allí historias y chistes que hacen ver que Caperucita no quiso o no pudo ver, el peligro  que corría, realmente. Así sucede en la vida real y especialmente, en circunstancias como las que vivimos. En la llamada “rendición de cuentas” que hizo el innombrable, ante la Asamblea Nacional, ahora configurada de manera distinta, estaba vestido de abuelita. (Eso sí, con un reloj, tan costoso, que fue la comidilla de todo el mundo) Hay que tener cuidado y darse cuenta que estaba exactamente, representando un rol para que fuera visto en el extranjero, donde su reputación y carisma no le sirven ya de nada, por cuanto  ha sido acusado de dictador, y hasta el insulso Inzulsa, lo criticó. Ese era el propósito del disfraz de la abuelita, dulce, tolerante, comprensiva y especialmente, dialogante, buscando engañar y fingiendo un ser demócrata que de verdad no le cuadra.  Me pregunto, si el disfraz no fue demasiado grotesco. Para quienes como yo nunca fuimos engañadas, aquello resultaba de risa. Observé, no obstante, entre los análisis realizados, que algunos ingenuos todavía creen en su sinceridad. Pocas veces ha habido alguien tan hipócrita como este lobo, disfrazado de abuelita, intentando hacerse pasar por buena gente, demócrata, tolerante, en otra tónica. Tengo que expresarlo, pero no me convenció de nada de lo que dijo. Sus mentiras se oyeron muy falsas. Las hizo pensando que todavía es creíble, pero sospecho que perdió su tiempo. Cada vez menos la gente cree en él. Cada día se demuestra más la ineficacia. La corrupción explota como una gran pústula desde las entrañas del gobierno. Las mentiras se descubren con facilidad, porque hasta mal dichas son. Como si fuera poco este conjunto de desastres, los miles de damnificados, pasando por toda clase de penurias y el lobo disfrazado de abuela, pretendiendo usarlos y manipularlos para sus perversas intenciones. En algunos finales del cuento, el lobo no logra su propósito: el leñador, el cazador y hasta los padres de la Caperucita intervienen para someter al lobo e impedir que se coma a la niña. En otros, el lobo se la come y ya no hay nada que hacer. Hay que poner atención, no caer en trampas y continuar en nuestro proceso de reconquistar espacios. Para el lobo la democracia es una farsa. Hay que demostrarle que no es así y que, daremos la pelea hasta derrotarlo democráticamente.